En los últimos tiempos, con
motivo de la revisión de la Ley del aborto que pretende llevar a cabo el
ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, ha vuelto a surgir el tema de la
presión social que sufren las mujeres para ser madres, aunque para ello tengan
que poner en riesgo su salud o someterse a cualquier tipo de tratamiento por
muy agresivo que sea.
Las vergonzosas declaraciones del ministro
para oponerse al aborto, hablando de la violencia
estructural que lleva a la mujer a interrumpir su embarazo o afirmando que "la
maternidad libre hace a las mujeres auténticamente mujeres" (como no puedo tener hijos, nunca seré una auténtica mujer,
entonces ¿que soy? ¿Un auténtico hombre???? ¿Gallardón? Para eso estudió
tanto...), magníficamente contestadas por la diputada socialista Patricia
Hernández, que le dijo: "una mujer no lo es menos por no ser madre ni un
hombre más inteligente por ser ministro", obviaron todos los
procedimientos coercitivos que emplea la sociedad con las mujeres, empezando
por todos esos miembros bien intencionados de la familia, abuelos, tíos... con
sus preguntas continuas sobre la ausencia de "novedades" o sus
comentarios sobre sus deseos de ejercer sus nuevos papeles con el/la futuro
bebé; la publicidad con el papel prioritario que sigue preconizando para ellas;
los juguetes que se siguen vendiendo y anunciando para las niñas...
Como afirma Gemma
Lienas en su libro "Rebeldes, ni putas ni sumisas": "Las mujeres
hemos conquistado el derecho a escoger cuando queremos ser madres, pero aún no
tenemos el derecho real de decidir si queremos serlo o no. Habremos llegado a
ese punto el día que la presión social sea cero".
La ensayista y psicoanalista
francesa de origen suizo Corinne Maier fue una de las primeras en romper el
tabú y arremeter contra la maternidad. En 2008, desató un gran escándalo con su
libro No Kid. 40 buenas razones para no
tener hijos. Maier considera que el motivo de
la presión que se ejerce sobre la mujer para que tenga hijos es que "los
Estados necesitan 'buenos' ciudadanos, y el capitalismo nuevos consumidores"
para el sostenimiento del sistema. Desde el punto de vista de sociedades
religiosas, la negación de la maternidad es "la negación de la voluntad de
dios".
Una mujer que decide no ser
madre está continuamente obligada a dar explicaciones, ya sea por incapacidad
física, problemas económicos, situación sentimental, etc. "No sé por qué
la sociedad sencillamente no entiende la falta del deseo de hijos. Quizá porque
los niños son nuestra última religión. En Europa ya no creemos en dios, ni en el
progreso, tenemos miedo del futuro.... así que los niños son nuestra última
esperanza. Y se supone que debemos desearlos y amarlos", señala Maier. "Nadie se atreve a decir
sencillamente: 'No me gustan los niños".
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