segunda-feira, 4 de junho de 2012

Dos soledades compartidas


Con el telón de fondo de la crisis económica de su país, Jorge Gaggero debutó en su día como director y guionista, con este largometraje argentino de capital gallego, cuyo título original es “Cama adentro” (que es como se denomina en ese país, el estatus del personal de servicio que duerme en la casa en la que trabaja), premiada en los festivales de Sundance, Toulouse, Bruselas y Lleida.

Gaggero muestra en su “opera prima” la relación entre Beba, una burguesa arruinada (la siempre impresionante Norma Aleandro) y la que ha sido su sirvienta en los últimos treinta años, Dora (Norma Argentina, en su primera interpretación, elegida en un casting entre más de ochocientas empleadas domésticas, al que se presentó animada por su patrón).

El director presenta con un ritmo excesivamente lento, poco diálogo (rompiendo el tópico de la incontinencia verbal de los argentinos) y un guión demasiado plano que, sin embargo revela un profundo conocimiento de la naturaleza humana, una desoladora visión (plenamente lograda, a pesar de todo) de la vida de estas dos mujeres, real y lamentable reflejo de la vida de tanta gente (no sólo en Argentina).

            

La película, con breves intervenciones de Marcos Mundstok (miembro de “Les Luthiers” a quien ya vimos en “No sos vos, soy yo”, que aquí, para variar, no hace un papel cómico), y Eduardo Rodríguez (marido de la sirvienta, ausente, incluso cuando está  presente), y de los actores de reparto que conforman el entorno de Beba y Dora: el portero, las amigas burguesas, la peluquera, las vendedoras de cosméticos (atención a la parodia de las “americanas” técnicas de marketing en las reuniones de la empresa) se convierte en un duelo interpretativo entre Norma Aleandro, magistral en cada pequeño gesto, que encarna a una “señora bien” venida “muy” a menos, incapaz de asumir su nueva situación (con una hija lesbiana que se busca la vida en Madrid, con la que no consigue comunicar), y Norma Argentina, increíble debutante (esperaremos a verla en una película en la que no haga de sí misma), que consigue mantenerse a la altura de su veterana antagonista, en el papel de su sirvienta, casada con un hombre al que sólo ve en sus días libres, de docilidad casi perruna ante una señora de la que jamás  escucha un “por favor” o un “gracias”, y que invierte todo su dinero en la consecución de un sueño: construirse una casa.

La relación de dependencia entre Beba, convencida de su derecho a ser servida y Dora, que, incluso cuando abandona a su señora, al no poder ésta pagarle su salario, sigue representando para ella el rol de criada; la mayor capacidad de enfrentarse a la adversidad de quien siempre ha tenido que hacerlo y el enorme desamparo y soledad de ambas mujeres son los temas de esta triste película, nada recomendable para parados  crónicos, para gente que esté pasando la crisis de la mediana edad, ni para los que no consiguen jamás llegar a fin de mes.

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