terça-feira, 3 de julho de 2012

El Teatro Real reclama cerca de un millón de euros a sus trabajadores


Pelleas (Foto cedida por el teatro)
El Teatro Real reclama de manera retroactiva a sus 316 empleados fijos y eventuales cerca de un millón de euros que habrían cobrado indebidamente al no habérseles aplicado el recorte salarial del 5% que imponía el Real Decreto-ley 8/2010, de 20 de mayo.

El conflicto, que ya había provocado la dimisión en abril del director general del teatro, Miguel Muñiz, ha contribuido a enrarecer aún más el difícil ambiente laboral del coliseo madrileño.


Aunque el Teatro Real es una fundación, cuyo presupuesto se financia en un 44% con aportaciones públicas y en un 56% con actividades propias y mecenazgo, como informa el presidente del Patronato de la Fundación, Gregorio Marañón, en el Real Decreto figuraba expresamente dentro de las instituciones englobadas en el ámbito de aplicación de la norma. Además en junio de 2010, la Oficina Presupuestaria del Ministerio emitió una orden en la que advertía que el Real estaba sujeto a este Real Decreto. 

A pesar de ello, desde la administración del teatro se había informado repetidamente a los trabajadores que el Decreto no les afectaba, puesto que en junio de 2010, a causa del descenso de las aportaciones provenientes de las distintas administraciones, habían sido objeto de una reducción salarial pactada con la empresa, que contemplaba diversas medidas cuyo objetivo global era la reducción de un 10% de la masa salarial.
 
Pelleas (Foto cedida por el teatro)
Tras diversas acciones reivindicativas en las que participó la mayoría del personal afectado por la medida, a principios de mayo, la dirección y los trabajadores llegaron a un acuerdo para evitar la huelga general. En él, además de ampliar el plazo de devolución a tres años, se incluían medidas de flexibilización horaria para que los trabajadores cumpliesen con las 37 horas y media de trabajo semanales que exigía el decreto. El problema surgía con los empleados eventuales y los próximos a la jubilación que tenían que devolver cantidades que oscilaban entre los 3.000 y 6.000 euros en pocos meses, lo cual suponía para algunos, trabajar sin cobrar. 

El representante del Comité confirma que en el teatro hay unos 250 trabajadores pertenecientes a empresas externas que no se verían afectados por la medida, entre ellos los de seguridad, limpieza, ordenanzas, acomodadores, azafatas, la orquesta y el coro. De todas formas, la situación de estos empleados es peor en cuanto a estabilidad y salarios: en 2011, con el fin de reducir la partida presupuestaria destinada al personal no técnico, se cambiaron mediante concurso público las empresas de seguridad, acomodadores y azafatas. Éstas últimas fueron despedidas después de 13 años prestando servicios en el Teatro, a pesar de lo cual, ninguna se atreve a hacer declaraciones sobre el tema. Fuentes del comité revelan que aunque la nueva empresa mantiene el sueldo de las azafatas prácticamente invariable (alrededor de 800€), ha contratado a una menos, lo que supone mayor carga horaria para el resto; además, en el momento de la firma no había aclarado a las empleadas si cobrarían o no pagas extras. 

El gerente de la empresa promotora del coro, Intermezzo, Jon Plazaola, explica que el Real negocia los contratos con ellos anualmente, lo que les obliga a hacer lo mismo con sus empleados a los que no pueden garantizar el puesto de trabajo hasta que no han firmado su contrato por temporada. El primer año aportaron su propio coro, pero el segundo, el teatro les obligó a realizar audiciones y les reclama un mayor o menor número de cantantes dependiendo de las necesidades de cada ópera. Los horarios y días de trabajo de éstos, cómo es lógico, dependen también de las exigencias del montaje. 

  Lady Macbeth de Minsk (Foto cedida por el teatro)
                                  
Al confirmarse que el dinero que se reclama a los trabajadores no iría a parar a las arcas de Hacienda, si no que ingresaría en las cuentas del Real para, en palabras de los trabajadores: “seguir manteniendo el cortijo elitista en el que se ha convertido el coliseo”, el acuerdo de mayo se ha roto y en estos momentos el asunto sigue vías judiciales. 

Existen grandes discrepancias en la valoración de la situación económica del teatro, difíciles de contrastar debido a la imposibilidad de consultar las cuentas de la institución (las más recientes a las que se puede acceder libremente corresponden a 2005): el portavoz del Comité de empresa achaca la situación creada al despilfarro existente, a los desproporcionados sueldos de los altos cargos: “aquí hay gente que cobra sueldazos de más de 18.000 euros al mes, a los que hay que sumar los aproximadamente 280.000 euros anuales del director artístico y los 60.000 euros de sus dos ayudantes. El despilfarro y el gasto descontrolado son lo que nos ha traído a esta situación. Es vergonzoso que no haya dinero y se monte un San Francisco de Asís tan costoso como el que se hizo la temporada pasada”. 


                         


Francisco López Carriedo, critica además que la dirección artística permanezca ajena a los problemas existentes y continúe programando a su antojo sin respetar al público de Madrid, lo que ha hecho bajar la recaudación por venta de entradas: la jefa de taquilla del teatro, Esther Valls, cifra el descenso en la venta de abonos en un 11% (aunque admite que hay un 70% de nuevos abonados, lo que implica que los que se han dado de baja son muchos más) y aunque los responsables del teatro presuman de que la ocupación de la sala es de un 95%, no aclaran que quien llena —y no siempre— el teatro es un público menor de 30 años que puede adquirir localidades en las taquillas del teatro tres horas antes del comienzo de la función con un 90% de descuento; reclama que, mientras en otros teatros se recurre a reposiciones y montajes modestos para ahorrar, Mortier siga haciendo nuevas producciones (“Nunca habremos tenido tantas nuevas producciones propias” reconocía el propio Mortier en una entrevista concedida a la revista de Diverdi), autorizando los gastos extraordinarios de sus colaboradores, o permitiendo que, como ha ocurrido en la Poppea, la figurinista, Malgorzata Szczesniak, gaste en Valentino 4000 euros en cada vestido de la protagonista. 

           


Por el contrario, el Presidente del patronato del Teatro Real, Gregorio Marañón, que respalda plenamente la labor artística de Gerard Mortier, destacando la extraordinaria mejoría de la Orquesta y del nuevo Coro y la proyección internacional alcanzada por el Teatro bajo su dirección, afirma que la programación actual tiene un coste inferior en un 30% a la anterior a Mortier, y si con aquélla el Teatro perdía casi 2 millones de euros, ahora presenta resultados positivos de casi 1 millón de euros. Añade que los ingresos de taquilla se mantienen estables desde hace cuatro años por encima de los 16 millones de euros. Y en cuanto a los abonos, manifiesta que el Teatro Real, como otras instituciones similares, empezó a perder abonados con el inicio de la crisis, en el año 2008. 

Marañón opina que: "este proceso, que continúa en otros teatros, en el Real se ha corregido este año con un incremento de más de 1.000 abonados sobre los que había en la temporada anterior. Este éxito se debe, naturalmente, a la calidad de la programación artística". Confía en que este hecho significativo sumado al éxito de público –ocupación media cercana al 80%– y de la crítica nacional e internacional, demuestre la insolvencia de algunas manifestaciones. Desmiente que la supuesta dimisión de Miguel Muñiz se haya debido al conflicto laboral; ya que dice que "sencillamente se ha cumplido un acuerdo alcanzado en 2011, tras un largo mandato de 8 años". Y respecto a los comentarios sobre los sueldos, expone que el Director Artístico, que ha asumido también el puesto de Director Musical, cobra mucho menos de lo que percibían sus antecesores y, por supuesto, mucho menos de lo que perciben sus colegas en otros grandes teatros europeos, siendo uno de los dos o tres profesionales de la ópera europea que tienen un mayor prestigio y reconocimiento general. Finalmente, afirma con rotundidad que la expresión despreciativa “el Teatro Real es un cortijo elitista” sólo descalifica al que la ha pronunciado.”

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